Med Clin (Barc). 2014;142(Supl 2):30-36 ISSN: 0025-7753

MEDICINA CLINICA

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Volumen 142 - Extraordinario 2 - Marzo 2014

Medicina Legal y Responsabilidad Médica Editores invitados: Josep Arimany-Manso y Esperanza L. Gómez Durán

Editorial J. Arimany-Manso y E. L. Gómez-Durán

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Evaluación de las condiciones psicológicas para el uso del arma de fuego en los cuerpos de seguridad J. Vilardell Molas, G. Martí Agustí y M.A. Solé i Sanosa

Introducción 2

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A. Pujol Robinat, S. Mohíno Justes y E. L. Gómez-Durán

A. Arroyo, C. Rodrigo y M. T. Marrón

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Procedimientos quirúrgicos objeto de reclamación por presunto defecto de praxis 12

J. Arimany-Manso, J. Benet-Travé, M. Brugera-Cortada, R. Torné-Escasany, J. Klamburg-Pujol y E. L. Gómez-Durán

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Patologías urológicas más frecuentemente implicadas en las reclamaciones por responsabilidad profesional médica

Valoración forense del riesgo de violencia Aspectos médicolegales de la contención física y farmacológica E. L. Gómez-Durán, J.A. Guija y L. Ortega-Monasterio

C. Martin-Fumadó, G. Martí Amengual, Ll. Puig Bausili y J. Arimany-Manso

Evaluación toxicológica del menor

E. Barbería, A. Xifró, J.M. Suelves y J. Arimany-Manso

Actuación medicolegal en personas en custodia judicial o policial J. Medallo Muñiz, C. Martin-Fumadó y D.N. Vieira

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La incapacidad temporal y sus implicaciones legales

R. Tejeira-Álvarez, J. González-Fernández, E. Huguet-Ramia y G. Martí Amengual

La proyección social y sanitaria de los Institutos de Medicina Legal en España: más allá de la justicia

C. Vargas-Blasco, E. L. Gómez-Durán, J. Arimany-Manso y F. Pera-Bajo

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Evaluación de las condiciones psicológicas para el uso del arma de fuego en los cuerpos de seguridad Jordi Vilardell Molasa,*, Gabriel Martí Agustíb y M. Àngels Solé i Sanosaa a

Instituto de Seguridad Pública de Cataluña. Barcelona. España Departamento de Justicia. Generalitat de Cataluña. Barcelona. España

b

RESUMEN

Palabras clave: Armas de fuego Evaluación Estado psicológico Personalidad Variables del entorno Procedimiento

Para utilizar un arma de fuego es necesario estar en plenas condiciones psicológicas. En los cuerpos de seguridad es especialmente relevante este punto, dado que este colectivo es susceptible de sufrir situaciones en donde exista un riesgo racionalmente grave para su vida, su integridad física o la de terceras personas. Estas situaciones producen unos niveles de estrés muy elevados y acaban siendo una fuente importante de desgaste psicológico. La evaluación de estas condiciones psicológicas en los cuerpos de seguridad se ha de adelantar a este desgaste y debe actuar de forma preventiva, estableciéndose una vigencia que sea el producto de un consenso entre las necesidades de los profesionales y de las organizaciones. Esta evaluación tiene que estar realizada por técnicos especializados que entiendan y conozcan la realidad laboral de estos profesionales. Una buena metodología de evaluación parte de la necesidad de descubrir cuáles son las áreas básicas a explorar, cuál es el procedimiento más idóneo para valorarlas y cuáles son los criterios para decidir la aptitud o no aptitud frente al uso del arma de fuego. Establecidos estos extremos se puede asegurar que la evaluación seguirá unos principios que le darán homogeneidad, eficacia y eficiencia. Este tipo de evaluaciones ayudará a cumplir la misión que estos profesionales de la seguridad tienen encomendada por ley, que es la de proteger el libre ejercicio de los derechos y de las libertades y garantizar la seguridad ciudadana. © 2014 Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados.

Assessment of psychological conditions for the use of firearms in law enforcement ABSTRACT

Keywords: Firearms Assessment Psychological state Personality Environment variables Procedure

To handle firearms safely, an individual needs to be in sound psychological conditions. This point is especially relevant in law enforcement, given that this group is likely to experience situations where there is a reasonably severe risk to life, physical integrity and that of third parties. These conditions cause high levels of stress and become a significant source of psychological strain. The assessment of these psychological conditions in law enforcement must stay ahead of this strain and should act preventively, establishing surveillance that is the product of a consensus between the needs of professionals and organizations. This evaluation should be conducted by technical specialists who understand and know the occupational reality of these professionals. A good assessment methodology starts with the need to discover the basic areas that need exploring, the ideal procedure for assessing these issues and the criteria that determine the aptitude (or lack thereof) for handling firearms. Once these goals have been established, we can be assured that the assessment will follow a set of principles that will give it homogeneity, effectiveness and efficiency. This type of assessment will help accomplish the mission that these security professionals are entrusted to by law, which is to protect the free exercise of rights and freedoms and ensure citizen safety. © 2014 Elsevier España, S.L. All rights reserved.

*Autor para correspondencia. Correo electrónico: [email protected] 0025/7753$ - see front matter © 2014 Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados

J. Vilardell Molas et al / Med Clin (Barc). 2014;142(Supl 2):30-36

Introducción Un arma de fuego se considera una herramienta con un potencial destructivo muy elevado. Se utiliza para atacar o para defenderse, y también es frecuente su uso en la caza o en finalidades lúdicas. Esto hace que el colectivo que puede acceder a un arma de fuego sea numeroso. Centraremos el contenido del texto en los cuerpos de seguridad de nuestro país, ya que es el colectivo principal en el que el arma de fuego forma parte de su realidad laboral cotidiana. Según el artículo 104.1 de la Constitución Española, “las Fuerzas y los Cuerpos de seguridad bajo la dependencia del Gobierno tienen por misión proteger el libre ejercicio de los derechos y de las libertades y garantizar la seguridad ciudadana”. Esta misión, que existe en la mayoría de países democráticos, suele comportar la vivencia de situaciones de riesgo, que hacen que este trabajo tenga una elevada carga psicológica. Estas situaciones incluyen las que hacen referencia al uso del arma de fuego. El artículo 5 del capítulo II de la Ley Orgánica 2/1986 especifica que uno de los principios básicos de actuación de los miembros y cuerpos de seguridad es que solamente deberán utilizar las armas en las situaciones en que exista un riesgo racionalmente grave para su vida, para su integridad física o para la de terceras personas, o en las circunstancias que puedan suponer un grave riesgo para la seguridad ciudadana y de conformidad con los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad. Por lo tanto, la valoración de este tipo de decisiones en situaciones estresantes, donde se requiere una respuesta rápida, supone un desgaste psicológico importante, ya que el poder destructivo de la arma de fuego puede tener consecuencias irreversibles. Por todo ello, para utilizar un arma de fuego se necesita estar en plenas condiciones psicológicas. La valoración de estas condiciones tiene que estar realizada por profesionales especializados que entiendan y conozcan la realidad laboral de estos profesionales. La mayoría de las fuerzas y de los cuerpos de seguridad son conscientes del desgaste psicológico, pero esto no siempre se concreta en preventivos. Gran parte de la regulación en la materia de es de carácter reactivo, es decir, los profesionales actúan una vez se ha detectado o ha sucedido el problema. Un ejemplo de que todavía no está bien integrado el aspecto preventivo lo encontramos en el Real Decreto 137/1993, de 29 de enero, por el que se aprueba el Reglamento de Armas, que marca la vigencia de la licencia de armas “A” mientras dura el servicio activo. En la Guía Práctica de Legislación sobre armas pequeñas y ligeras del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas del año 2008 se señala que con frecuencia se pasa por alto la necesidad de asegurar la renovación periódica de las licencias y de los certificados de competencia, con el fin de mantener el seguimiento de cualquier cambio en las circunstancias individuales. Una licencia de armas no tiene que ser permanente, ni tampoco debe ser un certificado de competencia, ya que la competencia mostrada inicialmente puede deteriorarse más adelante, a medida que varían las circunstancias. Además, el titular de una licencia puede convertirse en una persona “inadecuada”, por cualquier otra causa, para poseer un arma de fuego. El proceso de renovación de la licencia verifica que el titular continúa siendo un usuario “responsable” de llevar un arma de fuego y obliga al titular de la licencia a tener un comportamiento apropiado y adecuado, dado que existe el riesgo de que la licencia sea revocada. Se puede entender que los cuerpos de seguridad realizan unas pruebas y una formación inicial respecto del uso de la fuerza mayores que otros colectivos y que en su tarea habitual tienen esta competencia como una de sus funciones básicas. Igualmente, hay que tener presente que estos forman parte de una organización que tiene mecanismos de supervisión de la tarea que realiza su personal, aspecto que no suele suceder con otras personas que puedan tener un arma de fuego. Por tanto, parece que los cuerpos de seguridad dispo-

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nen de una estructura organizativa, de una base de conocimientos y de una experiencia profesional que los hace inmunes a una revisión periódica de dicha competencia, con alguna excepción, como en el caso de las policías locales de Cataluña A pesar de esto, una base de conocimientos requiere actualizaciones periódicas, que han de permitir hacer de la experiencia un campo potencial de desarrollo profesional y personal. Sin esto no podemos aseverar que el aprendizaje esté siendo realmente óptimo, ya que no hay herramientas para detectar los errores de forma fiable. Si tenemos en cuenta que la formación obligatoria de armas de fuego se da en condiciones de laboratorio y que su uso en intervenciones policiales es una conducta poco frecuente, pensamos que establecer una vigencia en cuanto a la revisión periódica no debería ser descartada en ningún caso. Y si, además, consideramos que las circunstancias personales, sociales y afectivas ajenas al trabajo propio se dan en todo el mundo sin excepción, creemos que se hace más necesario el establecimiento de una vigencia de revisión. Antes de iniciar este tipo de revisiones hay que consensuar cuáles son las áreas a evaluar y cuáles son los motivos para decidir la aptitud de un profesional de la seguridad respecto al arma de fuego. Así se podrán marcar unas pautas generales de actuación y favorecer la homogeneización y unificación de criterios antes de realizar este tipo de evaluaciones. Tomando como marco la tendencia preventiva que apunta el Decreto 219/1996, de 12 de junio, por el que se aprueba el Reglamento de armamento de las policías locales, expondremos con detalle los principios sobre los que se debería asentar la valoración de las condiciones psicológicas por el uso de un arma de fuego en los cuerpos de seguridad. Ámbitos de exploración A la vista de la normativa actual (tomando como referencia el Decreto 219/1996) se pone de manifiesto la necesidad de evaluar aspectos normales y psicopatológicos del funcionamiento psíquico. El estilo reduccionista de esta frase lleva a la necesidad de hacer un llamamiento a las variables de contexto como una entidad autónoma y diferenciada. Estas variables permiten entender mejor la evolución de los individuos y los cambios que se suceden en ellos a lo largo de la vida. Dado que autores como Leibovich i Schufer (2002)1 consideran la interacción individuo-contexto como una de las variables necesarias para la mejor comprensión de la conducta y que, actualmente, la evaluación psicológica está en condiciones de proveer modelos y procedimientos que mejoren la predicción y explicación de la conducta en un contexto natural, la inclusión de estas variables contextuales es imprescindible, ya que permiten la realización de predicciones ecológicamente relevantes en este ámbito de actuación, como en la predicción de la conducta violenta2. Teniendo en cuenta esto, los ámbitos a explorar en una valoración de las condiciones psicológicas para el uso de armas serían: – Personalidad. – Estado psicológico y psicofísico. – Contexto personal, social y laboral. Personalidad La exploración de la personalidad en este tipo de revisiones es delicada. El motivo se basa en el hecho de que para acceder a un cuerpo de seguridad se ha de haber pasado por diferentes filtros de carácter psicológico. Por lo tanto se da por sentado que la persona ya es poseedora de un perfil psicoprofesional adecuado para desarrollar el rol y la tarea asignada. Ahora bien, si tenemos en cuenta que la personalidad tiene un componente dinámico, es importante saber qué fundamentos tiene

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la persona evaluada y qué recursos ha adquirido a lo largo del tiempo para afrontar los diferentes inputs que se le continúan presentando durante su trayectoria vital. Este dinamismo de la personalidad lo podemos ver en la definición que hacen Carver i Scheier (2000)3. Afirman que la personalidad “es una organización interna y dinámica de los sistemas psicofísicos que crean las maneras de comportarse, de pensar y de sentir características de una persona”. Esta conceptualización destaca que la personalidad:

– Análisis de los estilos de procesamiento de la información y de las estrategias de afrontamiento. Con todo esto se obtienen datos sobre aquellas variables más arraigadas a la naturaleza de los sujetos (temperamento) y que son la base de sus comportamientos, y sobre aquellas variables que utilizan las personas evaluadas para ir adaptándose a las demandas y exigencias del entorno (carácter). Estado psicológico y psicofísico

– Es una organización y no una agrupación de partes inconexas. – Es dinámica y no estática. – Es un concepto psicológico, pero muy ligado al cuerpo y a sus procesos. – Es una fuerza viva que ayuda a determinar las relaciones de las personas con el mundo que las rodea. – Se muestra a través de patrones, es decir, características recurrentes y consistentes. – Expresa comportamientos, pensamientos y emociones de forma diferenciada. Asendorpf (2004)4 complementó esta definición diciendo que, para él, la personalidad son las particularidades personales duraderas, no patológicas y relevantes para el comportamiento de un individuo en una determinada población. Esta definición incorporaba algunos aspectos importantes respecto a la anterior de Carver i Sheier. Concretamente fueron: – Los rasgos de personalidad son relativamente estables en el tiempo. – Las diferencias interpersonales son variaciones frecuentes y normales (el estudio de las variaciones anormales es objeto de la psicología clínica). – La personalidad está influenciada culturalmente. Una vez aclarado el dinamismo de la personalidad, es conveniente diferenciar 2 de los aspectos que conforman la personalidad5. De esta forma se pueden extraer y explorar aspectos necesarios e indispensables de la personalidad en relación con las evaluaciones en el uso del arma de fuego. Dos de las partes que forman la personalidad son el temperamento y el carácter. El temperamento es el conjunto de rasgos determinados mayoritariamente por la biología de una persona. Con esto se hace referencia a las reacciones emocionales del individuo, que vienen determinadas por su sistema neuroendocrino y otros factores biológicos. El carácter es una combinación de valores, sentimientos y actitudes, es decir, hace referencia a cómo una persona percibe a los demás o a las cosas. Está muy influenciado por factores culturales de la sociedad en la que vive. Por lo tanto, este se va desarrollando a través de la vida del ser humano mediante la progresiva adaptación o regulación del temperamento a las condiciones del ámbito social. Si tenemos en cuenta que la personalidad es un conjunto de rasgos que definen a una persona o, dicho de otra forma, “el conjunto de formas y maneras características de un individuo para enfrentarse al medio”, y que dentro de la personalidad se incluye el temperamento y el carácter, los aspectos que necesitaría conocer para asegurar que la persona evaluada se encuentra en unas condiciones óptimas para el manejo de un arma de fuego son: – Conocimiento de las variables de disposición y caracterización más directamente relacionadas con la conducta del uso del arma de fuego, como son el autocontrol, la ansiedad, la agresividad, la estabilidad emocional y la impulsividad6. – Comportamiento del sujeto delante de situaciones que contienen una fuerte carga de tipo emocional.

La exploración del estado psicológico en este tipo de revisiones es esencial para detectar las posibles alteraciones psicopatológicas y/o síntomas clínicos presentes en los sujetos evaluados y que vienen derivados de la adaptación personal, social y laboral de los mismos. Además, este ámbito toma especial relevancia por el hecho de que determinados colectivos (entre ellos el policial) están más expuestos y predispuestos a sufrir situaciones con elevados niveles de estrés, los cuales suelen provocar cambios transitorios y/o permanentes sobre el equilibrio psicológico de sus miembros. Múltiples causas podrían alterar este equilibrio psicológico. Por tanto, se debe entender que este ámbito de evaluación se autoalimentará del resto que se evaluarán. Al situar esta área de evaluación entre las variables de personalidad y las del contexto, perseguimos subrayar la diferenciación entre aquellos aspectos de carácter más intrínseco y aquellos más en la valoración de los posibles causantes del desequilibrio. La revisión bibliográfica6-8 y la experiencia profesional diferencia entre aquellos trastornos y síndromes psicopatológicos más prevalentes en el colectivo policial que podrían provocar un uso inadecuado del arma de fuego y, por otra, los que también podrían precipitar este mal uso pero que tienen una menor relevancia en cuanto a estudios. Siguiendo una de las nosologías oficiales existentes, concretamente, la del Manual de Diagnóstico Estadístico de los Trastornos Mentales en su cuarta versión revisada (DSM-IV-TR)9, como manera de unificar la conceptualización de los mismos y de sus criterios diagnósticos, nombraremos los diferentes trastornos psicopatológicos o síntomas clínicos, principalmente en los ejes I y II. – En el eje I toxicomanías (trastornos relacionados con sustancias), trastornos cognoscitivos (trastornos mentales orgánicos), trastornos psicóticos, trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad, trastornos somatomorfos, trastornos del sueño, trastornos del control de los impulsos, trastornos adaptativos y trastornos mentales debidos a una enfermedad médica. – En el eje II trastornos de personalidad. – En el eje III enfermedades médicas. De algunas de las categorías nombradas, haremos especial hincapié en: – Trastornos relacionados con las sustancias: trastornos relacionados con el alcohol, trastornos relacionados con las drogas. – Trastornos del estado de ánimo: trastorno depresivo mayor, trastorno distímico, trastornos bipolares I y II, trastorno ciclotímico. – Trastornos de ansiedad: trastorno de ansiedad, fobia, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno por estrés agudo, trastorno por estrés postraumático, trastorno por ansiedad generalizada. – Trastornos psicóticos: esquizofrenia, trastorno esquizofreniforme, trastorno esquizoafectivo, trastorno delirante, trastorno psicótico breve, trastorno psicótico inducido por sustancias. – Trastornos de personalidad: trastornos del clúster B (antisocial y límite) y del clúster A (paranoide). La valoración de la presencia o ausencia de estos trastornos psicopatológicos o síntomas clínicos permitiría saber si la persona evalua-

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da ha sido capaz de encontrar o no el equilibrio entre sus recursos personales y las exigencias de su entorno. Además ayudaría a conocer si el sujeto ha desarrollado un trastorno o está en riesgo de presentarlo. En el caso de experimentarlo, sería conveniente una evaluación más clínica para determinar la gravedad del trastorno. Valorado el estado psicológico, se ampliaría la valoración a un tipo de variables que se llaman psicofísicas o de rendimiento psicomotriz, que también tienen su trascendencia en la utilización del arma. Estas variables evalúan la reacción física del policía (p. ej., la utilización del arma) delante de un determinado estímulo (p. ej., un ruido o movimiento). Concretamente, la psicofísica se encarga del estudio de la relación entre las características físicas de los estímulos y las sensaciones que experimentan. Fechner (1801-1887) hablaba de la correspondencia entre la energía mental y la física, generando así una medida objetiva de la energía mental. Por lo tanto, siguiendo esta definición, la relación entre estimulación física y sensación es determinante para hacer un uso adecuado de un arma de fuego. Dos de las variables que se desprenden de esta relación, la detección y la discriminación, tienen una gran relevancia en la utilización adecuada del arma de fuego. La detección sería la intensidad mínima del estímulo que se puede percibir (es decir, cuanta energía es necesaria para que el sistema sensorial lo registre) y la discriminación sería cuánto de diferente han de ser 2 estímulos para ser percibidos como distintos. Estas dos medidas son esenciales en la utilización adecuada de un arma de fuego, puesto que si no funcionan correctamente tendríamos problemas como retrasos o precipitaciones en el uso del armaEstas dos variables van ligadas al concepto de umbral (límites mínimos y/o máximos de una medida). La detección va ligada al concepto de umbral absoluto, el cual sería el valor mínimo del estímulo para que pueda ser detectado, y la discriminación iría vinculada al concepto de umbral diferencial, el cual sería el incremento mínimo en la magnitud del estímulo requerido para que el sujeto sea consciente de que ha habido un cambio. Estos umbrales, determinados estadísticamente, son los que servirán de marco de referencia para valorar la capacidad del sujeto para hacer un uso adecuado del arma de fuego. Los sistemas psicofísicos del organismo han de estar en condiciones óptimas para hacer un uso adecuado del arma de fuego y, por tanto, es necesario someterlos a la evaluación. Contextos personal, social y laboral La exploración de estas variables de contexto toma mucha relevancia en una tarea como la policial, puesto que la tarea policial lleva implícita la presencia de múltiples indicadores de riesgo psicosociales, que acostumbran a tener un efecto global en la vida de la persona. Como se ha detectado en diversos estudios10, el estrés tiene una presencia muy marcada y una influencia muy directa en la profesión policial por la propia naturaleza del trabajo que se desarrolla. El Instituto de Ciencias y Tecnología de la Universidad de Manchester sitúa a los policías en segunda posición en nivel de estrés profesional, por detrás de los mineros11. Por estos motivos es necesario que la persona tenga una base fuerte y estable a diferentes niveles. Con el objetivo de prevenir y controlar, este ámbito de evaluación trata de encontrar qué factores de estrés pueden estar afectando a los sujetos en el momento actual y en qué nivel lo están haciendo. Esto significa que no sólo evaluaremos al sujeto en su entorno laboral, sino que también valoraremos sus áreas personal y social. Por lo tanto, los factores de estrés se dividirán en: – Factores de estrés relacionados directamente con su trayectoria vital y su vida cotidiana. – Factores de estrés relacionados directamente con su trabajo y los asociados a su organización.

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En relación con los primeros, a lo largo de las últimas décadas se han realizado varios estudios sobre cómo las diversas condiciones sociales pueden actuar como agentes estresantes y modificar el estatus de salud de los individuos12. Thomas H. Holmes investigó las relaciones entre los fenómenos sociales y la enfermedad elaborando cuestionarios para medir el estrés a partir de ítems de sucesos vitales (p. ej., Schedule of Recent Experience). Los sucesos vitales se entienden como experiencias objetivas que causan un reajustamiento sustancial (es decir, un cierto nivel de cambio) en la conducta del individuo. El potencial estresante de un suceso vital está en función de la cantidad de cambio que comporta. Estos sucesos vitales pueden ser extraordinarios y extremadamente traumáticos, pero generalmente son sucesos habituales, más o menos normativos. La escala de estrés psicosocial elaborada por los psiquiatras Thomas Holmes y Richard Rahe podría servir como un marco de referencia para detectar el estrés. Estos autores intentaron ordenar diversos sucesos vitales según el potencial estresante que tienen sobre las personas. La forma en que las personas se adaptan al estrés es diferente en función de las características personales de cada uno (evaluado en el ámbito de personalidad) y según los recursos de los que dispone cada persona. Estos recursos se concretan, fundamentalmente, en estrategias de afrontamiento para el estrés y en apoyo social. El afrontamiento y el apoyo social se consideran mediadores de la respuesta del estrés. Ambos están estrechamente relacionados, ya que el apoyo social es en realidad un tipo de recurso de afrontamiento. La literatura habla habitualmente de 2 tipos de estrategias de afrontamiento: – Estrategias de afrontamiento activo. Consisten en conductas aproximativas al problema, es decir, con tendencia a solucionar un problema. Tendríamos los pensamientos positivos, la búsqueda de apoyo social, la búsqueda de soluciones, la contabilización de ventajas y la religiosidad. – Estrategias de afrontamiento evitativo. Consisten en conductas que no se enfrentan al problema, es decir, que muestran pasividad respecto a su resolución. Tendríamos el dar la culpa a los otros, el pensamiento desiderativo, la represión emocional, darse la culpa a uno mismo, la resignación y la huida. A pesar de la forma de ser y de las estrategias que cada uno tiene para hacer frente a los sucesos que se suceden durante nuestra trayectoria vital, está claro que estos sucesos generan estrés. Por lo tanto es lógico y natural que toda situación de estrés tenga unas consecuencias y/o repercusiones. Si bien las consecuencias del estrés pueden ser tanto positivas como negativas, nos centraremos en las negativas, ya que son las que pueden interferir negativamente en el uso adecuado de un arma de fuego dentro del colectivo policial. Entre las consecuencias negativas del estrés tendríamos el aumento del riesgo de morbididad física13,14, el aumento del riesgo de morbilidad psíquica15-17, la interacción con el uso de alcohol como evasión18,19 y de otras alteraciones asociadas a las situaciones de estrés20. Todas estas alteraciones provocadas por los sucesos vitales (evaluadas en el ámbito de estado psicológico) avalan la necesidad de considerar estos sucesos y evaluarlos. En relación con los siguientes factores se pueden diferenciar 2 categorías de estresores potenciales en el trabajo policial21-24: – Aspectos relacionados con la naturaleza propia del trabajo policial (amenaza física, violencia, exposición al peligro, enfrentarse a situaciones desconocidas, etc.). – Estresores organizacionales (estilo de dirección, comunicación pobre, carencia de apoyo, etc.).

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En cuanto a la primera categoría, decir que la tarea policial conlleva la vivencia de situaciones de peligro inmediato que pueden sobrevenir en diversas circunstancias, las cuales constituyen un gran potencial traumático por sí solas y tienen una gran capacidad para generar y/o despertar emociones en los trabajadores. Estas circunstancias van más allá de lo que suele experimentar de manera habitual un ciudadano normal. Según la psicología policial, a estas circunstancias se las llama incidentes críticos, es decir, situaciones de riesgo y vulnerabilidad para policías. En un estudio25 realizado con una muestra de cerca de 600 agentes de policía, los incidentes críticos, descritos como los más penosos en su actuación profesional, se pueden agrupar en 4 categorías: amenaza personal para la vida, derechos asociados a las agresiones recibidas, encuentros con víctimas de agresiones físicas o sexuales y exposición a cadáveres. Ante estos incidentes críticos, los policías a menudo tienen que actuar rápido y tomar decisiones por sí mismos. Cuando las cosas no salen como uno esperaba (tanto si el resultado es negativo como positivo), existe la tendencia a culpabilizarse (fuente de estrés), pensando que una actuación diferente podría haber hecho ir las cosas de otra manera. Si, además, la actuación ha comportado el uso del arma de fuego, este nivel de estrés suele ser mayor por el impacto que su uso tiene en una sociedad pacífica y por sus repercusiones legales. Otro aspecto a considerar en esta categoría es la exposición repetida al sufrimiento y a la muerte. El fenómeno de la repetición de situaciones estresantes causa un efecto acumulativo sobre el agente de policía, haciendo que se debiliten progresivamente los recursos de que dispone para hacerles frente. En cuanto a la segunda categoría, nos encontramos con una gran cantidad de variables que intervienen en la organización del trabajo policial, las cuales hacen de esta una fuente potencial de estrés para sus miembros. A continuación dividiremos estas variables en 6 grupos según los estudios existentes20: – Inherentes al lugar de trabajo: características físicas insatisfactorias, turnos laborales y ritmo de trabajo inestable. – Derivadas de la función en la organización: ambigüedad con las funciones, conflicto de funciones y responsabilidad sobre la seguridad de otros trabajadores o personas. – Asociadas al desarrollo de la carrera profesional: ascensos excesivos o insuficientes, falta de congruencia con la categoría o estatus y expectativas insatisfechas. – Derivadas de la estructura y atmosfera del trabajo: participación reducida o nula en temas de funcionamiento diario y restricciones en la actuación diaria. – Asociadas a las relaciones laborales: relaciones insatisfactorias entre miembros de una organización y estilos inadecuados de liderazgo. – Externos al trabajo: movilidad geográfica y cambios a razón de la estructura de necesidades y de presiones sociales inherentes a las sociedades. Aunque las 2 categorías tienen un gran impacto en las personas, en investigaciones con policías se ha detectado que los niveles más altos de estrés se asocian más a factores organizacionales22. Los estresores laborales se encuentran más frecuentemente en el contexto del trabajo que en el contenido del trabajo. Este fenómeno también se observa en otras ocupaciones como profesores26, enfermeras27 y directivos28. Si concretamos más, los resultados de alguna de las investigaciones21-23, señalan que la carencia de personal, con un 81%, es el factor que mayor estrés genera. Le siguen los recursos inadecuados (78%), la presión del tiempo (74%), la sobrecarga de trabajo (71%), la falta de comunicación (70%) y, con un porcentaje menor, el arresto a una persona violenta (49%), comparecer ante un tribunal (44%) y la utilización de la fuerza (40%). Márquez et al sitúan los estresores organizativos entre los más altos del ranking, aunque apuntan que la muerte de un compañero de trabajo y el matar a alguien estando de

servicio son los aspectos que más nivel de estrés causan a los policías29. Todos estos estresores potenciales que acabamos de describir pueden desembocar en el llamado fenómeno de burnout. Si a esto le añadimos que el nivel de estrés profesional en el trabajo policial es muy elevado30 y que determinados estudios corroboran la elevada presencia de dicho fenómeno en este colectivo31, es lógica y necesaria su correspondiente evaluación. Con todo lo expuesto hasta ahora queda bastante evidenciada la necesidad de evaluar todas las áreas de la vida de la persona (personal, social y laboral) que pueden ser productoras de fuentes de estrés y ejercer una influencia directa o indirecta en la conducta del uso del arma de fuego. Procedimiento de evaluación Para evaluar estos ámbitos descritos (personalidad, estado psicológico y psicofísico y contexto personal, social y laboral) se realiza una entrevista individualizada y se administra una batería de pruebas psicométricas. Estas herramientas de evaluación son las que conforman el procedimiento para evaluar las condiciones psicológicas para llevar un arma de fuego en el ámbito policial. Entrevista para evaluar las condiciones psicológicas para llevar arma de fuego El objetivo de esta entrevista es obtener, de forma estructurada, información de carácter general y específica de la persona evaluada. El hecho de seguir un guión sistemático en la recogida de la información es para otorgar a esta herramienta la máxima objetividad posible, así como evitar sesgos en un tipo de evaluación que tiene importantes repercusiones posteriores. Los ámbitos de exploración de la entrevista y algunos de los indicadores que se utilizan para valorar son: 1. Área laboral. Valora aspectos como la trayectoria profesional, las funciones y tareas desarrolladas en el momento actual, el nivel de satisfacción y autorrealización laboral, la formación, las bajas laborales y los expedientes sancionadores, entre otros. 2. Área clima laboral. Valora aspectos como el ambiente laboral, las relaciones con la plantilla, la integración en el equipo y los sistemas de comunicación. 3. Área del arma. – Conciencia del arma. Valora aspectos como el nivel de conocimientos teóricos en relación con el arma de fuego, el nivel de interés por el cuidado y preparación del arma y la periodicidad de los entrenamientos. – Disfuncionalidad del arma. Valora aspectos como los criterios de uso del arma de fuego ante determinadas situaciones, los usos inapropiados y los incidentes injustificados. 4. Área afectiva. Valora los sucesos vitales estresantes y los recursos de afrontamiento al estrés. 5. Área personal. Valora aspectos como antecedentes médicos y psiquiátricos de interés, estado de salud actual y consumo de sustancias tóxicas. 6. Perfil psicológico. Valora todos los rasgos que miden el equilibrio psicológico de la persona evaluada (como impulsividad, agresividad, apatía, etc.). Pruebas psicométricas El objetivo de las pruebas psicométricas es aportar información complementaria a los ámbitos de exploración valorados en la entrevista.

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Algunas de las posibles pruebas para administrar en cada uno de los ámbitos de evaluación, contrastadas empíricamente son: 1. Personalidad. Cuestionario Factorial de Personalidad 16PF-532. 2. Estado psicológico y psicofísico. Cuestionario de Análisis Clínico (CAQ)33 y la batería de pruebas TDA-01. Esta última es la prueba de referencia del Real Decreto 2487/1988, de 20 de noviembre, por el cual se regula la acreditación de la aptitud psicofísica necesaria para tener y usar armas y prestar servicios de seguridad privada34. 3. Contextos personal, social y laboral. Inventario de Incidentes Estresantes35 e Inventario de Burnout de Maslach (MBI) de Maslach36. La selección de esta muestra está sustentada y apoyada en varios estudios científicos6,31,37,38. Si bien existen otras pruebas en el mercado tan válidas y fiables como las expuestas, como por ejemplo el Inventario de Personalidad NEO Revisado (NEOPI-R), el Cuestionario de Personalidad de Eysenck Revisado (EPQ-R), el Cuestionario de TEA Clínico (CTC) o el Inventario de Evaluación de la Personalidad (PAI). Valoración de aptitud o no aptitud. Criterios de denegación La integración de la información obtenida de la entrevista individualizada y de las pruebas psicométricas administradas permite al técnico psicólogo hacer la valoración de aptitud o no aptitud para el uso del arma de fuego. Los casos de no aptitud requieren una motivación expresa, la cual se fundamenta en una serie de criterios de denegación para el uso del arma de fuego: – Un perfil de personalidad impulsivo y/o inestable que genere un uso inadecuado del arma reglamentaria hacia uno mismo o hacia los otros. – La presencia de un síndrome clínico de carácter moderado-grave tipificado en las nosologías oficiales americana (DSM-IV-TR) y europea (CIE-10) que afecte al criterio de la persona a la hora de usar el arma de fuego. – La existencia de un suceso vital significativo en la persona, que comporte riesgos en el uso del arma de fuego hacia uno mismo o a los de su alrededor. – Un nivel elevado de insatisfacción en el ámbito laboral, traducido en una falta de interés hacia el uso del arma de fuego (temas de preparación y formación) y en un nivel de frustración en la persona que le puede llevar a hacer usos inapropiados del arma de fuego. – Limitaciones o carencias significativas en el rendimiento cognitivo de la persona (pensamiento excesivamente rígido, lento, concreto, disperso, inmaduro, etc.), que limitan las capacidades necesarias para hacer un uso adecuado del arma de fuego. – Limitación o carencia física temporal o permanente que incapacita a la persona para el uso del arma de fuego. Estos aspectos podrían llevar a la persona evaluada a la adopción de malas prácticas en relación al uso del arma de fuego, como ostentación del arma en público, intimidaciones o falta de medidas de protección, situaciones inaceptables en un cuerpo como el policial. La valoración de esta aptitud o no aptitud debe reflejarse en un informe que incluya el procedimiento de evaluación aplicado, los resultados obtenidos, la cualificación final de apto o no apto, la vigencia y/o temporalidad de esta en el caso de apto (que podría oscilar entre 3 y 5 años) y en el caso de no apto (habitualmente 6 meses), y las recomendaciones en caso de que sean necesarias. La persona evaluada debe ser informada sobre el resultado de su evaluación. Esta entrevista de devolución es especialmente importante y necesaria en los casos de retirada del arma. En vistas a la reevaluación posterior, esta entrevista favorecerá la toma de conciencia de los motivos que han llevado a los técnicos a tomar esta decisión, analizará las posibles formas de abordar la problemática y propiciará una responsabilidad de las posibilidades de cambio mediante las orientaciones dadas.

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Conclusiones Todas las valoraciones de las condiciones psicológicas para llevar un arma de fuego deben tener una vigencia determinada, si bien se pueden establecer adaptaciones a las necesidades reales de los diferentes colectivos a los que vayan dirigidas dichas revisiones. Es necesario establecer un procedimiento que permita asegurar que las valoraciones se realicen siguiendo unos criterios de eficacia y eficiencia que sean homogéneos para todas las personas evaluadas. Esta revisión pretende establecer, con convicción y argumentos, los fundamentos al respecto en relación a los cuerpos de seguridad. Conflicto de intereses Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses. Bibliografía 1. Leibovich N, Schufer M. El “malestar” y su evaluación en diferentes contextos. Buenos Aires: Eudeba; 2002. 2. Andrés A, Redondo S. (2007). Predicción de la violencia: Entre la peligrosidad y la valoración del riesgo de violencia. Papeles del Psicólogo. 2007;28:157-73. 3. Carver CS, Scheier MF. Perspectives on personality. Boston: Allyn and Bacon; 2000. 4. Asendorpf JB. Psychologie doni Persönlichkeit. Berlin: Springer; 2004. 5. Andrés A. Manual de Psicología Diferencial. Madrid: McGraw-Hill; 1996. 6. Toledo F, Montoro L, Civera C. La psicología aplicada a la selección de aspirantes a la tenencia y uso de armas de fuego en España. Revista Interamericana de Psicología. 2005;39:117-26. 7. Dowling FG, Moynihan G, Genet B, Lewis J. A peer-based assistance program for officers with the New York City Police. Am J Psychiatry. 2006;163:151-3. 8. Berg AM, Hem E, Lau B, Ekeberg O. Help-seeking in the Norwegian Police Service. J Occup Health. 2006;48:145-53. 9. American Psychiatric Association. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. DSM-IV TR. Barcelona: Masson; 2001. 10. Deschamps F, Paganon-Badinier I, Marchand AC, Merle C. Sources and assessment of occupational stress in the police. J Occup Health. 2003;45:358-64. 11. Casalnueva B, Di Martino V. (1994). Por la prevención del estrés en el trabajo. Las estrategias de la OIT. Salud y Trabajo. 1994;102:17-23. 12. Sandín B. El estrés: un anàlisis basado en el papel de los factores sociales. Revista Internacional de Psicología Clínica y de la Salud. 2002;3:141-57. 13. Richard WC, Fell RD. Health factors in police job stress. En: Kroes WH, Hurrell JJ, editors. Job stress and the police officer. Washington: US Government Printing Office; 1975. 14. Blackmore J. Are police allowed to have problems of their own. Police Magazine; 1978;3:47-55. 15. Guralnick L. Mortality by ocupation and cause of death among men 20 to 64 years of age. Washington: USDHEW PHS; 1963. 16. Frenc JRP. Comparative look at stress and train in policemen. En: Kroes WH, Hurrell JJ, editors. Job stress and the police officer. Washington: US Government Printing Office; 1975. 17. Schwartz JA, Schwartz CB. Personal problems of the police officer: A plea for action. En: Kroes WH, Hurrell JJ, editors. Job stress and the police officer. Washington: US Government Printing Office; 1975. 18. Kroes WH. Society’s Victims-the policeman: An analysis of job stress in policing. Springfield, Ill: Thomas; 1976. 19. Stratton JB. Police stress: An overview. Police Chief, 1978;4:58-62.20. Sánchez JJ, Sanz MA, Apellaniz A, Pascual A. Policía y estrés laboral. Estresores organizativos como causa de morbilidad psiquiàtrica. SESLAP. 2011;1:21-5. 21. Alexander DA, Walker LG, Innes G, Irving BL. Police stress at work. London: Police Foundation; 1993. 22. Biggam FH, Power KG, Mcdonald RR, Carcary WB, Moodie E (1997). Self-perceived occupational stress and distress in a Scottish police force. Work & Stress. 1997;11:118-33. 23. Brown JM, Campbell EA. Stress and Policing: Sources and Strategies. Chichester: Wiley; 1995. 24. Evans BJ, Coman GJ. General versus specífic measures of occupational stress: an australian police survey. Stress Med. 1993;9:11-20. 25. Mc Caslin SE, Rogers CE, Metzler TJ, Best RS, Weiss DS, Fagan JA, et al. The impact of personal threat on police officers responses to critical incident stressors. J Nerv Ment Dis. 2006;194:591-7. 26. Cox T, Boot N, Cox S, Harrison S. Stress in schools: an organizational perspective. Work and Stress. 1988;2:353-62. 27. Hingley P, Cooper CL. Stress and the Nurse Manager. Chichester: Wiley; 1986. 28. Cooper CL, Davidson M. Stress and the Woman Manager. New York: St. Martin’s Press; 1983. 29. Márquez R, García LA, Velázquez A. Ránking de estresores en la Policía Local de Canarias. Anuario de Psicología Jurídica. 2008;18:73-9. 30. Generalitat de Catalunya. Instrucció 3/2010, de 16 de febrer, de rectificació de la Instrucció 14/2009, de 11 de desembre, de modificació de la Instrucció 4/2008, d’11 de març, sobre la utilització d’armes i eines d’ús policial. Direcció General de la Policía. Departament d’Interior.

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[Assessment of psychological conditions for the use of firearms in law enforcement].

To handle firearms safely, an individual needs to be in sound psychological conditions. This point is especially relevant in law enforcement, given th...
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