ARCH SOC ESP OFTALMOL. 2014;89(9):345–346

ARCHIVOS DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE OFTALMOLOGÍA www.elsevier.es/oftalmologia

Editorial

Ojo seco y salud mental Dry eye and mental health J.A. Durán de la Colina ˜ Universidad del País Vasco, Instituto Clínico Quirúrgico, Bilbao, Espana

Las molestias oculares crónicas (MOC) representan uno de los principales motivos de consulta oftalmológica. La mayoría de las veces se encuadran dentro del amplio concepto de ojo seco. Los síntomas a menudo no guardan relación con los hallazgos clínicos, lo que dificulta el diagnóstico e impide que entendamos bien lo que ocurre. Si además el tratamiento no es eficaz, el paciente se convierte en un habitual de la consulta, creándose una creciente frustración tanto en él como en el ˜ a las quejas y al insatisfactorio oftalmólogo. Y si anadimos resultado terapéutico el que el paciente vuelque sobre nosotros la «carga de la culpa», no es raro que lo convirtamos ˜ se genera una carga en un paciente non grato. Por anadidura, asistencial muy considerable, con el impacto que eso genera. Una asignatura (de las muchas) todavía pendiente de la oftalmología es el poder dar explicación a esas MOC que de forma imprecisa clasificamos dentro del amplio mundo del ojo seco. Tratando de buscar nuevos métodos de diagnóstico, se han desarrollado pruebas clínicas basadas en biomarcadores cuya ayuda intuyo de importancia pero que todavía adolecen de indicaciones poco precisas. Sin entrar en discusiones sobre su definición, ya hace más de una década quedó demostrado que el ojo seco tiene una base inmunológica. Por otra parte, recientemente se han publicado varios artículos que relacionan las MOC con trastornos psiquiátricos1–4 , si bien esta asociación ya se conocía y que podríamos explicar por la sequedad ocular que provocan muchos de los medicamentos utilizados en estas enfermedades. También la percepción de las molestias es mayor en estas personas5 , incidiendo de forma importante sobre su calidad de vida. Más interesantes parecen los hallazgos de niveles elevados de marcadores inflamatorios en diversos trastornos psiquiá-

tricos. Aunque la mayor parte de los estudios se han centrado en la depresión mayor, resultados similares se observan en otros trastornos como la ansiedad o la fibromialgia. De hecho, una de las acciones de los antidepresivos es reducir los efectos de las citocinas inflamatorias sobre el cerebro6 . La ansiedad y el estrés se consideran factores de riesgo para el empeoramiento de enfermedades inflamatorias de la piel, incluida la psoriasis7 . La enfermedad de borde libre (llámese blefaritis o enfermedad meibomiana) se asocia con frecuencia con varias formas de dermatitis y es casi la norma que el empeoramiento se asocie a ciclos de inestabilidad emocional. Estas fluctuaciones dificultan la evaluación del borde libre y su relación con las MOC. Se ha documentado que los pacientes con blefaritis tienen más riesgo de sufrir ansiedad y depresión8 . Tenemos entonces una situación complicada. En sí mismas, las enfermedades de superficie ocular a menudo se nos presentan esquivas y de difícil manejo. Si además se asocian a problemas mentales, bien alejados de nuestra formación clínica, es fácil de explicar el porqué no somos capaces de tratar correctamente estas situaciones. Las crecientes evidencias de que muchos trastornos psiquiátricos pueden tener una relación fisiopatológica con las MOC nos obliga a los oftalmólogos a cambiar algunos ˜ describiplanteamientos. Como ejemplo, hace unos anos mos alteraciones en la sensibilidad corneal en pacientes con fibromialgia9 . Hay que aceptar que las molestias que el paciente refiere son ciertas y que incluso pudieran encuadrarse dentro de su enfermedad psiquiátrica. La percepción de los síntomas y su incidencia en la calidad de vida es más acusada en estos casos. También debemos entender que los

Correo electrónico: [email protected] http://dx.doi.org/10.1016/j.oftal.2014.07.003 ˜ 0365-6691/© 2014 Sociedad Espanola de Oftalmología. Publicado por Elsevier España, S.L.U. Todos los derechos reservados.

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tratamientos infructuosos, que no controlan esas MOC, pueden llegar a provocar un empeoramiento de su estado mental. Y lo más importante, que unas simples lágrimas artificiales no van a lograr equilibrar todo ese proceso. El lado positivo de esta historia es doble. Por un lado se nos abre una vía de investigación que puede llegar a explicar lo que sucede en la superficie ocular de aquellos que se quejan «sin motivo». (Hay que decir que no siempre hacemos una exploración completa). Por otro lado, es posible que los casos más graves y persistentes se pudieran beneficiar de un tratamiento psiquiátrico o de psicoterapia. O simplemente, para los trastornos menores como ansiedad o estrés, una explicación por nuestra parte seguro que será apreciada por el paciente y muy positiva para el manejo de su blefaritis. En resumen y como conclusión práctica: las evidencias justifican la colaboración del oftalmólogo con el psiquiatra o el psicólogo para el manejo correcto de un cierto grupo de pacientes con MOC. Es muy probable que estos profesionales desconozcan el impacto de estas molestias en el curso de la enfermedad del paciente por lo que, con seguridad, un entendimiento más profundo del problema podrá beneficiar el estado tanto ocular como mental de estos pacientes.

bibliograf í a

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